
Estamos preocupados por nuestra tremenda crisis turística, lo cual es lógico, y por ello no miramos al mundo. Un recorrido rápido: Egipto está en el desastre; ha perdido nueve mil millones de euros, que afectan a la gente normal, de a pie; Túnez y Marruecos no tienen visitantes; en Costa Rica, siempre civilizada y ejemplar, hace dos semanas que hay violentos incidentes en las carreteras porque no hay trabajo ni tampoco Ertes (seguro de paro en España); en Colombia, no hay turistas, ni vacunas, ni camas de hospital suficientes; en Cusco y toda la zona del Macchu Picchu la crisis es absolutamente tremenda, cuando creían que se acercaba el final, ahora ha vuelto a empeorar todo; en Quito, que no era un lugar turístico pero que tenía sus ingresos, no ven a un visitante desde hace un año, y lo notan las cifras del paro y el desempleo; en Viña del Mar, Punta del Este o Mar del Plata, nunca un verano ha sido tan pobre; en Dominicana, por más que no paran de lanzar mensajes optimistas, las cosas tienen muy pocos visos de recuperarse; en México están desesperados; en Turquía, nunca habían tenido peor ejercicio turístico; Tailandia ha parado al virus, pero a costa de cerrar totalmente el país y hacer que los miles y miles de trabajadores que vivían del turismo se coman las uñas.
Aerolíneas como Aeroméxico, Latam, Thai, Gol y sus miles y miles de empleados esperan el final de la pesadilla para mirar qué queda en caja, si es que queda algo.
En España estamos mal, pero hay aún capacidad para endeudar al estado, existen vacunas, tenemos alguna esperanza para el verano –no del todo, porque nuestra incompetencia es capaz de arruinarlo–, pero no olviden que el turismo era la vida de los pobres, que gracias a él viven incontables regiones del mundo, que su desaparición es la ruina para millones de personas cuyo empobrecimiento es inevitable.
Cada día que amanece, miles de aviones de aerolíneas siguen descansando en los aparcamientos. Fantástico para el medio ambiente, pero nefasto para la economía, para el bienestar, incluso para la capacidad de mejorar el entorno.
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