
La empresa, dirigida por el sultán Ahmed bin Sulayem, debía de pensar que los costes de P&O eran muy elevados, por lo que encargó a Peter Hebblethwaite, el director general, que despidiera a todos los trabajadores y contratara otros con contratos más bajos. Sin cortarse un pelo, sin preocuparse por la mala imagen pública, por el conflicto, por nada.
Así, un día, P&O Cruises dejó de operar porque había despedido a toda la plantilla. Toda. Los puertos de Dover o de Dublín quedaron colapsados porque sus rivales no podían dar abasto a atender a los clientes.
Acabada la carnicería, entre las críticas de todo el mundo, incluido el gobierno y no digamos la prensa, Hebblethwaite contrató exactamente el mismo número de trabajadores, pagando menos, a través de una compañía de empleo barato.
Ahora, pasadas unas semanas, el sultán Ahmed bin Sulayem dijo que “Peter hizo un trabajo maravilloso porque consiguió salvar la compañía en lugar de a esos tres mil trabajadores”. Y siguió para celebrar que la utilización de una agencia para conseguir los empleados de reemplazo fue una gran idea.
Mientras los cientos de ex-empleados buscan desesperadamente un nuevo trabajo, el sultán en Dubai celebra que la plantilla actual de P&O cobre el salario mínimo.
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