Imperdible artículo de 1924 con quejas y reclamos sobre el Turismo uruguayo
Darío Queirolo, Montevideo, Mayo 2024 /// El ejemplar Nº 35, con fecha noviembre de 1924, de la revista mensual del Centro de Hoteles, Restaurants, Confiterías, Cafés y Anexos de Uruguay, la asociación hotelera más antigua de América Latina, que actualmente se llama AHRU, publicó un artículo en donde, 100 años atrás, ya se mencionaba el cambio climático y reclamos a los gobiernos nacionales y departamentales, por la poca importancia que le daban al turismo.
Imperdible lectura para los apasionados del turismo, en especial para los gobernantes que se ocupan del sector turístico nacional y departamental.
La Temporada Balnearia
Montevideo, noviembre de 1924. Ha quedado oficialmente inaugurada la temporada balnearia. Como en todos los años, en ella cifran sus esperanzas nuestros comerciantes, que desean un mejor empleo a sus actividades, muy limitadas fuera de la estación propicia.
Pero así como el tiempo se ha presentado con una tendencia calurosa, haciendo vislumbrar la necesidad de pensar en las brisas refrescantes de una ciudad balnearia, parece que no ha hecho ello gran fuerza a los extranjeros que no cuentan con ellas. Las playas en el día clásico de la inauguración se vieron rebosantes de concurrencia. Sin embargo, la afluencia de turistas ha sido en extremo escasa, en relación a la de años anteriores.
En efecto, siempre que ha habido ocasión de proceder a la solemne bendición de las aguas, contingentes numerosos de países vecinos han venido a participar del regocijo general, y a gozar de las benignidades de nuestro seductor clima. Es así, como a través de los años, nuestras playas han adquirido en justo renombre en el exterior. A juzgar por el abandono que se nota, parece que nuestros prestigios fueran decayendo, aún cuando no lo creemos así. Las continuas variantes de temperatura, son tal vez la causa fundamental de que se abstengan de venir hacia nosotros los amables visitantes.
Y aquí, repetiremos una vez más lo que hemos dicho en repetidas ocasiones: hay que combatir la inercia de nuestras autoridades, que parece que se despreocuparan de una cuestión tan importante como es la de fomento de turismo, que hoy por hoy absorbe la atención de todos los países del mundo.
Si su iniciativa fuera fecunda sobre este particular, y ofreciera atractivos de todos géneros a los turistas, estos lo mismo vendrían a desafiar las contingencias de un clima variado. Pero, exponerse a ellas, para que luego venga el hastío, a la verdad no es nada halagador.
Abandonen pues su adormecimiento y a programar fiestas y actos cuyo anuncio seduzcan a los turistas.
Antes, cuando el clima no presentaba las variaciones a que hoy nos tiene acostumbrados, Montevideo ofrecía un mayor encanto debido a las interesantes fiestas que con antelación se preparaban. En estos últimos años, en cambio, cuando más necesarios eran, a fin de que atrajeran el turismo, la inauguración de la temporada nos ha sorprendido, sin que se hubiera tomado la menor iniciativa en tal sentido.
Esa inercia, no solo resulta antipatriótica porque hace decrecer nuestros bien adquiridos prestigios, sino hasta antieconómica, desde que nos sustrae recursos de consideración.
Lo peor del caso es que nuestra impavidez la explotan en su provecho los vecinos. Así tenemos que mientras aquí la iniciativa oficial se ha entumecido, en los países vecinos acrece en forma realmente sugestiva.
Los actos de atracción de turismo, realizados en el año anterior, se concretaron al carnaval, el que nunca estuvo deslucido. Sin embargo, el de Buenos Aires alcanzó un éxito resonante debido a a la actividad inteligente de sus autoridades. Este año, ya con una mayor antelación se vienen preocupando de organizar el venidero.
Aquí, ya se ha visto, la temporada ha sido oficialmente inaugurada, y ni se dan señales de vida en cuanto a atractivos se refiere. Es más, no se ha hecho nada en tal sentido y ni siquiera las playas y paseos han sido despojadas de las suciedades e inconveniencias acumuladas durante el invierno. Parece que todo se conjurara para conspirar contra los intereses de nuestra hermosa capital.
La prensa diaria se ha venido ocupando con alguna insistencia de la cuestión, pero hasta ahora sin mayores resultados.
Referentes a las previsiones ajenas y que nosotros no imitamos, he aquí lo que ha dicho recientemente, el caracterizado diario “Imparcial”:
“La prensa que llega de la vecina orilla trae ya copioso información referente a los preparativos que se proyectan, con la munificencia propia de aquella gente, para las fiestas próximas del Verano y Carnaval. Se dirá que eso es madrugar. Ciertamente, y a lo que por aquí se le llama, dormir. La Municipalidad de Buenos Aires, en efecto, ha designado ya la Comisión organizadora de sus fiestas estivales y dicha Comisión, que se constituirá en esta misma semana, ha decidido trabajar, según declaración expresa de varios de sus componentes entrevistados por algunos redactores de diarios, con verdadero entusiasmo y sin desmayo alguno, a fin de que Buenos Aires, la gran capital del Sud, no desmerezca de su nombre y pueda proporcionar a sus habitantes modestos que no pueden abandonarla durante la canícula, el máximum de diversiones y placeres veraniegos.
Nosotros, dormimos. El Municipio duerme arrullado por el blando rumor de las olas de nuestras espléndidas playas, confiado y alegre, pues cuenta con la imposición forzosa de la naturaleza que si ha negado playas a Buenos Aires las ha dado con creces a nuestra capital. Dijérase que se aplicase el dicho latino, que algunos atribuyen a don Miguel de Unamuno: “Lo que natura non da, Salamanca non presta”. Es verdad, señores municipales de las playas, que Natura ha dado a Montevideo hermosos arenales, pero es indudable que tampoco hay quien preste atención.
Y si la naturaleza da y nadie presta, ¿Qué haremos? Nos contestarán tal vez. He aquí un verdadero berenjenal, porque precisamente cuando la naturaleza es prodiga debiera serlo también la bolsa, y es sabido que para la Comuna de Montevideo la palabra “pagar” tiene sabor ofensivo, como en la comedia de Benavente.
En fin, no somos nosotros los que vayamos a darle al Municipio los medios de que alguien le preste para embellecer la naturaleza que tanto nos ha favorecido, sin duda en compensación del mucho dinero que nos hace falta. Planteamos la incógnita y nos retiramos por el foro. No sea, señores, que al Municipio se le ocurra establecer otro impuesto…a los consejos.”
Otro diario ha comentado también, lo siguiente:
“El Municipio se ha propuesto, a juzgar por los hechos, malograr el éxito de la temporada balnearia que el 8 del mes en curso será inaugurada oficialmente.
Cualquiera supone que la misión de las autoridades comunales de una ciudad balnearia como ésta, cuyo eje comercial es el turismo, es atraer hacia nuestras playas la corriente de turistas. Eso se consigue ofreciendo al forastero grandes comodidades, perfeccionando los servicios de baño, mejorando la obra de la naturaleza en las playas y hermoseando en sus múltiples aspectos, el panorama costeño. No ocurre eso, sin embargo ocurre todo lo contrario.
Aconsejamos a nuestros lectores que visiten la Rambla y juzguen si es honradamente explicable que, faltando apenas dos días para inaugurarse oficialmente la temporada balnearia, el Municipio nos presente de tal modo la Rambla Wilson, que es el lugar obligado para el tránsito de bañistas y el punto a que converge todo el movimiento de turismo que se registra anualmente en Montevideo.
¿Qué misterioso interés ha hecho coincidir la construcción de esas obras que obstruyen el acceso a la Rambla, con la iniciación del periodo tradicionalmente destinado a la playa, por nuestro pueblo y los forasteros que llegan a nuestra metrópoli?
¿Qué hay en todo esto? Una maniobra inconfesable contra los intereses de Montevideo, o una crisis imperdonable de sentido común en el gobierno y funcionarios municipales encargados de estas cuestiones?
Esas obras debieron realizarse hace dos o tres meses. Ya se les pudo terminar sin ningún apresuramiento. Si algún factor inesperado produjo atraso en la labor, bastaba con aplazarlas para después del verano”
Creemos que ha llegado el momento de que se medite un poco respecto a la posibilidad que incumbe a las autoridades, por su injustificada pasividad, tanto más censurable, cuanto que ataca intereses vitales de nuestra economía nacional. Cruzarse de brazos en estos momentos, significa desconocer los más fundamentales principios de buena administración y también, como decíamos más arriba, conspirar contra los bien entendidos intereses de la ciudad y de su comercio, este último víctima propiciatoria cuando se le exige cargue con los déficits que tantos errores y omisiones producen.
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